Capítulo 30

¿Acaso el rubio ese conocía a Mario? Tal y como le había soltado esas palabras a Carlos en la cara, por no hablar de que acababa de llamarme “tipejo”, parecía que sí. ¿De qué le conocería? Que yo recordara... Mario nunca me había hablado de otro tío que no fuera el cani este que estaba fulminando con la mirada al que había hablado.

Intuyendo los problemas que se avecinaban, Alexa dio un paso al frente y nos miró a todos. La tensión se respiraba en el ambiente y Carlos y el otro chico se miraban el uno al otro de forma amenazadora. Yo ni siquiera me había movido del taburete.

-         Nada de malos rollos en la tienda – dijo Alexa poniendo los brazos en jarra – Si queréis daros de hostias, os vais fuera... pero aquí no.

Durante unos segundos, nadie dijo nada y, antes de que me levantara para apoyar lo que había dicho, el rubio se encogió de hombros.

-         Yo me iba ya. ¡Hasta luego! – dijo antes de darse la vuelta y salir por la puerta.

Carlos dejó escapar una especie de gruñido cuando la puerta se cerró detrás del chico.

-         Nunca le he soportado – dijo entre dientes.

-         Ah, pero ¿que tú soportas a alguien más a parte de ti mismo? – dije de forma burlona.

-         ¿Quién era, de todas formas? – preguntó Alexa con el ceño fruncido e ignorando lo que acaba de decir – Parece que conocía a Mario...

-         Y le conoce. Son compañeros de la uni. Pero ese tío no es trigo limpio, su personalidad es muy diferente de la que le vende a los demás. ¿Qué hacía aquí?

-         Ha dicho que estaba mirando cosas para su novia, pero eso no me importa lo más mínimo, lo que me importa es lo que haces tú aquí – dije mirando a Carlos y levantándome del taburete.

-         Ya te lo he dicho, he venido para hablar contigo – miró a Alexa, rascándose la cabeza de forma distraída - ¿Puedo hablar con él a solas?

-         ¿Me estás echando? – inquirió ella enarcando una ceja - ¿Eres tonto o algo?

Carlos frunció el ceño y abrió la boca con intención de responderla, pero salí de detrás del mostrador y me acerqué a él.

-         Estaré fuera solo cinco minutos, Alexa – dije cogiendo al otro del brazo y tirando de él hacia afuera.

Una vez en la calle, me apoyé en el respaldo de un banco y miré a Carlos mientras sacaba el paquete de tabaco del bolsillo.

-         Habla – le dije buscando el mechero.

-         ¿Vas en serio con Mario? – preguntó él de forma directa.

Le miré como si, efectivamente, fuera tonto.

-         ¿No te parece obvio?

-         No, no me lo parece. Mario no tiene pinta de ser tu tipo para nada.

-         ¿Quién habla de tipos? – le espeté mientras encendía el cigarrillo y me lo llevaba a la boca – Tú, más que nadie, deberías saber que Mario está por encima de cualquier “tipo”. ¿No ha estado contigo durante toda su vida?

-         Sí y es por eso por lo que estoy preocupado. No quiero verle sufrir.

Eso me hizo soltar una carcajada. ¿Estaba hablando en serio?

-         ¿Que no quieres verle sufrir? Lleva diez putos años sufriendo por tu maldita culpa... ¿Y ahora vienes con esas? ¿Te estás escuchando hablar? – dije mientras dejaba salir el humo al exterior.

Carlos desvió la vista, como si estuviera avergonzado. Vaya, al menos tenía un poco de decencia... Lástima que ya no le sirviera de nada.

-         Siempre has sabido que estaba enamorado de ti, ¿verdad? Y por miedo a admitir que tú también le querías, te dedicabas a ir de tía en tía, sin pensar en los sentimientos de Mario ni siquiera un momento.

-         ¡Eso no es cierto! Claro que le quiero, pero no de esa form...

-         Deja de mentirte a ti mismo, por favor, resulta patético – dije dando otra calada al cigarro - Quizá puedas engañarte a ti y engañar a Mario, pero a mí no. Estás enamorado de él, pero no quieres admitirlo y por eso te da rabia el hecho de que haya encontrado a otra persona que le aprecia de verdad y que no tiene miedo de admitirlo delante del resto del mundo. Te da rabia que Mario ya no esté detrás de ti, como lo ha estado durante todos esos años que ha desperdiciado al estar enamorado de un cobarde como tú.

Carlos no tenía otra opción más que callarse. Sabía que tenía razón, aunque él no fuera realmente consciente de lo que sentía por Mario.

-         Perdiste una oportunidad de oro por no ser capaz de encarar tus propios sentimientos y eso ahora te come por dentro. Jódete, tú solo te lo buscaste. Y déjame decirte una última cosa: si sigues con ese comportamiento infantil, no vas a ser capaz de mantenerle ni como amigo.

Dicho esto, tiré el cigarro sin terminar al suelo, lo pisé y entré en la tienda, dejando a Carlos como un imbécil, mirando cómo me alejaba. Pero no me siguió. Esperaba que mis palabras, al menos, le sirvieran para reflexionar un poco. No me gustaba para nada la idea de tenerle cerca, pero era una persona importante para Mario. Y la felicidad de Mario estaba por encima de cualquier cosa.