Capítulo 29

Estaba sentado en el taburete que había detrás del mostrador de la tienda, con un cuaderno abierto sobre él. Que se hubiera fastidiado el ordenador era un coñazo, ya que tenía que ir apuntándolo todo a mano en el cuadernito. Me di golpecitos con el bolígrafo en el labio, haciendo tintinear la cadena que unía el piercing de mi labio con el de la oreja.

-         Dos camisetas... 20€ – murmuré- Una mochila... 16€...

Miré pensativo la hoja. Juraría que alguien había comprado algo más. Levanté la mirada para buscar por la tienda, ya que Alexa debía estar pululando por ahí, colocando cosas, doblándolas y demás. Normalmente, no venía por las tardes, ya que trabajaba como canguro, pero ahora que los niños que cuidaba estaban haciendo actividades extraescolares, aprovechaba para ayudarme un poquito, cosa que agradecía de corazón.

-         ¿Has vendido algo más a parte de las camisetas y la mochila? – pregunté en voz alta.

La cabeza rubia de Alexa se asomó desde detrás de una columna y por encima de las perchas donde estaban colgadas las chaquetas de cuero con hebillas y cadenas.

-         Sep, la sudadera de Rammstein – respondió alegremente.

Lo anoté en el cuaderno, pero fruncí el ceño antes de escribir el precio.

-         ¿Cuánto cuestan esas sudaderas? – le pregunté antes de que volviera a esconderse.

-         30€. ¿Cuándo piensas aprenderte los precios de las cosas, Marco? ¡Es la tienda de tu madre! Es lo menos que podías hacer...

-         Bah, ¿qué más da? Vienen en las etiquetas y el ordenador los lee tranquilamente – dije con desgana apuntando el precio.

-         Ya, pues mira lo bien que va ahora el ordenador – repuso ella desapareciendo tras la columna.

Dejé escapar un suspiro. Me encantaba la tienda y me gustaba trabajar allí, pero hoy estaba resultando de lo más aburrido. Normalmente, pasaba el día metido en el ordenador, ya que entraban muy pocos clientes a lo largo del día. Y es por eso que el ordenador le estaba jodiendo por partida doble.

Hablando de joder... pensé en Mario y en lo que estaría haciendo en ese momento.  Debía haber vuelto de la universidad hacía un buen rato, pero me había dicho que tenía que empezar a estudiar cuanto antes. Llevaba una semana de clase, ¿tantas cosas les había dado tiempo a dar en ese tiempo? Así que... solo podríamos vernos los fines de semana y no todos. Era una auténtica mierda. Ahora que había conseguido que saliera con él, no tendríamos tiempo para pasarlo juntos.

Volví a suspirar.

-         Deja ya de suspirar, ¿quieres? – dijo Alexa, que había terminado de colocar lo que fuera que estaba colocando y se había acercado al mostrador para apoyar los codos en él – Pareces una virgen enamorada, Marco.

Chasqueé la lengua y le lancé una mirada avinagrada, pero antes de poder decirle nada, la puerta de la tienda se abrió, haciendo que la pequeña campana que había en la parte superior sonara. Los dos miramos hacia allí para ver a un chico bastante alto,  rubio y de ojos azules y grandes, que miraban en torno a la tienda, como si buscara algo. El estilo que llevaba no pegada nada con la temática de la tienda, así que el por qué había entrado ahí era todo un misterio. De repente, sus ojos se clavaron en mí. Estaba acostumbrado a las miradas de desprecio y de sorpresa cuando la gente me veía por la calle, no siempre se ve a un tío de 1,90 vestido de negro, con cadenas en la cara y cintura y el pelo azul de punta, pero la mirada que me estaba dedicando el desconocido era más bien... ¿calculadora? Sí, definitivamente, me observaba con una expresión calculadora. ¿Qué le pasaba?

-         Hola – saludó Alexa con una gran sonrisa mirando al chico – Te veo un poco perdido, ¿puedo ayudarte en algo?

El desconocido, por fin, dejó de mirarme para clavar sus ojos en ella y, entonces, su expresión cambió drásticamente.

-         Ooooh, si hubiera sabido que una chica tan guapa trabajaba en esta tienda, ¡habría entrado antes! – dijo sonriendo de oreja a oreja.

El cambio tan repentino me confundió un poco. ¿Cómo era capaz de pasar de un extremo a otro? Sacudí la cabeza y bajé la mirada hacia el cuaderno, con la intención de dejar que Alexa se encargara del chico.

Les escuchaba hablar mientras iban de un lado a otro. Por lo visto, se había echado una novia a la que le gustaba todo “este rollo”, como había dicho él, y estaba allí para echar un vistazo y ver si le podía comprar algo que le hiciera ilusión. Vale, el misterio de su entrada en la tienda estaba completamente resuelto.

Me concentré de nuevo en las cuentas que estaba haciendo, pero el sonido de la puerta abriéndose de nuevo me distrajo. Cuando levanté la mirada, me encontré cara a cara con Carlos. Sí, con Carlos. Una rabia ciega comenzó a  inundarme, pero traté de contenerme tanto como pude.

-         ¿Qué coño haces aquí? – le dije olvidando el trato agradable.

-         ¿Y esas formas? Ahora soy un cliente y solo quiero hablar – respondió él torciendo el gesto.

-         ¿Un cliente? ¿De esta tienda? ¿Tú? – dije mirándole de arriba abajo – Lo siento, este estilo no te pega.

-         No sé qué puede ver Mario en ti – dijo él con desprecio.

-         Sí... yo me hago la misma pregunta contigo, pero en pasado – le solté poniéndome de pie.

-         ¿Oh? Esa voz me suena... – el rubio que estaba mirando faldas con Alexa se acercó a nosotros con una sonrisa - ¡Carlos! ¡Qué coincidencia! ¿Qué te trae por aquí?

Carlos le lanzó una mirada de desaprobación. Al parecer, era una mirada que usaba muy a menudo y no solo conmigo.

-         Hola, Javi... sí, una coincidencia... – dijo encogiéndose de hombros.

-         Bueno, guapísima, creo que ya he mirado bastante y me he hecho una idea de lo que podría querer. Gracias por tu ayuda – el desconocido se alejó de ellos.

-         De nada – dijo Alexa alegremente. Luego miró a Carlos con el ceño fruncido y se acercó al mostrador.

Antes de llegar a la puerta, el rubio se detuvo y se giró para mirar al “amigo” de Mario.

-         Oh, se me olvidaba, Carlos... Mario me ha contado que ya no es tu perrito faldero. ¿Cómo te sienta eso? ¿Eh? Lo que no entiendo es cómo puedes venir a ver la cara del tipejo que te lo ha quitado.