viernes, 3 de agosto de 2012

Capítulo 24


El cálido pecho de Marco le dio la bienvenida a mis labios con un pequeño estremecimiento que me animó a seguir. Una de sus manos se movió hasta detenerse sobre mi cabeza, donde agarró mi pelo, mientras la otra se deslizaba por mi espalda hasta llegar a mi trasero. Metió la mano en el bolsillo y apretó con la suficiente fuerza como para hacerme soltar una exclamación.

-         Perdón – murmuró él con una pequeña sonrisa – Es que estoy un poco ansioso y.. ¿te he dicho alguna vez que tienes un culito muy mono? – enfatizó sus palabras con otro pequeño apretón – Me vuelve complemente loco.

-         Has dicho que podía hacer lo que yo quiera... ¡no interrumpas!

-         Lo siento, lo siento... Pero es que te veo ahí, sentado encima de mí y... mi mente olvida todo lo relacionado con pensar en algo que no sea tumbarte de espaldas y...

Tapé la boca de Marco con mi mano y le miré con el ceño fruncido. Si seguía diciendo todas esas cosas, mi cabeza también volaría lejos de allí y, realmente, quería hacer esto. Quería hacer que Marco se sintiera bien, que disfrutara igual que yo disfrutaba al tocarle. Quería devolverle el “regalo” que me había dado el otro día.

-         ¡Calla ya!

-         Vale, pero espera...

Marco giró parcialmente su cuerpo y estiró el brazo para alcanzar la mesita. Abrió el cajón como pudo y metió la mano en el interior. Al sacarla, dejó un bote de lubricante y un par de condones sobre la cama, para luego volverse a colocar boca arriba. Torcí el gesto al ver los objetos, ya que a mí se me habían olvidado por completo. El lubricante parecía estar entero y suspiré aliviado. No usaría las sobras dejadas por el anterior chico que había ocupado el sitio que estaba ocupando yo ahora mismo.

Sacudí la cabeza para deshacerme esos pensamientos. No era el momento adecuado para ponerme a dar vueltas a ese tema.

-         Eh... no te disperses. Te quiero aquí, conmigo, no en la Luna – la voz de Marco ayudó a despejar mi mente al tiempo que su mano acariciaba mi mejilla.

-         ¿Puedo seguir ya? – pregunté.

-         ¿Me dejas desnudarte primero? – Marco se mordió el labio – No puedo esperar para tenerte desnudo encima de mí.

Asentí, un poco avergonzado ante la mirada que me dedicó. Esos ojos grises parecían decirme que, en el mismo momento en el que me descuidara, me devoraría.

Sin perder ni un segundo, Marco se incorporó en la cama y comenzó a quitarme la ropa. Primero la camiseta, que terminó echa un bulto sobre la silla de escritorio que había a un lado. Los pantalones y la ropa interior no tardaron en sufrir el mismo destino. Una vez que estuve completamente desnudo, sentado a horcajadas sobre él, comenzó a besarme como si estuviera muerto de sed y mi boca fuera lo único que tuviera para beber. Como siempre, una de sus manos fue a parar a mi trasero, que masajeó y apretó a su gusto, mientras la otra... acariciaba con suavidad mi entrepierna. Dejé escapar un pequeño gemido que se perdió contra los labios de Marco cuando sentí sus dedos rodeando mi erección.

Sin querer dejarle el control de la situación, le empujé por los hombros, obligándole a recostarse sobre el colchón. Marco separó nuestros labios y me miró interrogante. Sin dirigirle ni una sola palabra, me incliné sobre él y comencé a besarle de nuevo, pero, esta vez, era yo quien llevaba las riendas del beso, quien lo controlaba. Y he de decir que a él pareció gustarle, porque la respuesta de su cuerpo fue más que obvia. Su miembro duro se había puesto todavía más duro y podía sentirlo presionando contra sus pantalones, debajo de mí. Sin separar nuestras bocas, le desabroché la bragueta de los vaqueros y los deslicé por sus piernas como pude, para luego colar mi mano dentro de sus boxer.

Era la primera vez que tocaba a Marco de esta manera. Bueno, vale, era la primera vez que tocaba otra que no fuera la mía. Él reaccionó en el mismo momento en el que mis dedos entraron en contacto con su erección. Un jadeo ronco pareció atascarse en su garganta y su espalda se arqueó ligeramente. La sensación de saber que era yo quien le estaba proporcionando ese placer hizo que se me hinchara el pecho de orgullo. Alejé mi cara unos centímetros de la suya para mirarle. Pude ver pequeñas gotas de sudor brillaban como perlitas en su frente.

Me incorporé y me deslicé un poco más hacia abajo sobre su cuerpo, desde donde pude terminar de desvestirle con facilidad. La ropa de Marco, terminó con la mía, olvidada sobre la silla.

Le miré detenidamente, para grabarme su figura en la mente. Desnudo, se acentuaba todavía más su delgadez. La clavícula se le marcaba muchísimo y los huesos de la pelvis resaltaban bajo su blanca piel. Era la primera vez que se me pasaba por la mente la idea de que un tío tan extremadamente delgado pudiera resultar atractivo, pero eso era exactamente lo que pensaba de él. Marco era... perfecto. La palidez de su piel, sus pezones rosados y la entrepierna que se elevaba orgullosamente sobre su cuerpo. Todo.

Sentí los ojos de Marco clavados en mí, esperando ansiosamente mi próximo movimiento. Para no defraudarle, me incliné sobre él y di un pequeño lametón a su erección, provocando que un ligero gemido saliera de sus labios.

-         Más – jadeó.

Dispuesto a concederle todo lo que pidiera, rodeé su miembro con mis labios. Pude sentir en mi lengua el calor que emanaba del increíble cuerpo de Marco. Comencé a deslizar mi boca sobre toda su longitud con movimientos torpes al principio, pero que, poco a poco, ganaron confianza y firmeza. Atento a los gemidos que dejaba escapar, pude hacerme una idea bastante aproximada de lo que parecía gustarle más y lo que menos.

Tan concentrado estaba en la tarea que estaba llevando a cabo, que no me percaté de que Marco había cogido el bote de lubricante, vertiendo un poco del contenido en su mano. No me percaté, claro, hasta el momento en el que sentí esa misma mano y el suave gel, que parecía estar a temperaturas glaciales en comparación con la temperatura de mi cuerpo, sobre mi trasero.

Levanté la cabeza con un respingo y miré a Marco. Él me dedicó una sonrisa de oreja a oreja.

-         Relájate, Mario – dijo sin perder la sonrisa.

Ya, claro. Era muchísimo más fácil decirlo que hacerlo, sobre todo cuando no era él el que estaba de rodillas sobre la cama, con los codos apoyados sobre ella y la mano de su pareja tanteando ese lugar al que nadie antes se había acercado.

4 comentarios:

  1. EL DECIDIDOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOR JAJAJAJAJA. Vale, vale, al grano...
    *I carraspea. Me llena de placer y gozo haber sido testigo del primer contacto entre esta peculiar pareja de honorable masculinidad.


    Vamos, que me ha "molao" un "puñao" esto que hacen, la ingenuidad de Mario, la decisión de Marco, el bote de "lubricando"... todo. xDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDD

    Y a ver si encestan ya porque... xDDDDDDDDDDDDDDDDDD

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    1. Lo del DECIDIDOOOOOOOOOOOOR ha sido buenísimo xDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDD Mario tomando el control MUAHAHAHAHAAHAHAHA
      No ha sido el primer contacto, jopetas. Marco ya tocó pene en el capítulo 18 xDDDDDDDDDDDD
      Me alegro, porque mira que me ha costado escribirlo... Horas de increíble y sudoroso esfuerzo... xDDDDDDDDDDDDDDDD
      Dios, lo del "Habí cogido el bote de lubricando" me ha matado... ha sido verlo al revisar y... O.o

      JAJAJAJAJAJA, sí, su polvo será más largo que la obra de El Escorial, te lo he dicho xDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDD Pero en el próximo ya habrá temita del bueno 8)

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