Capítulo 23

Estaba más nervioso de lo que me gustaría admitir. ¿Así es como se sentían todas las niñas vírgenes que lo hacían por primera vez?... ¿Por qué demonios me estaba comparando con niñas vírgenes?  Respiré hondo para intentar tranquilizarme. Y lo estaba consiguiendo, más o menos, cuando sentí los brazos de Marco rodeándome desde atrás. Me apoyé en él y decidí hablar de algo, para que no se notara tanto mi nerviosismo.

-         ¿Seguro que está bien?

-         ¿El qué? – preguntó él en voz baja, dando pequeños besitos en mi nuca, haciendo que un escalofrío recorriera mi columna.

-         Dejar a tu amiga así. Parecía que le pasaba algo de verdad... – peleé conmigo mismo para mantener mi mente en mis palabras y no en los sentimientos que me provocaban los labios de Marco sobre mí.

Él dejó escapar un suspiro y me giró, dejándome de cara a él, que apoyó su frente contra la mía.

-         Sí, está bien. Alexa no quiere fastidiarnos esta noche. Sabe que es especial para nosotros. Mañana hablaré con ella sin falta, porque si voy ahora me golpeará con lo que tenga más a mano. Lo sé, la conzoco.

-         ¿Desde hace mucho?

-         Desde siempre.

-         Vaya... eso es mucho tiempo.

-         Sí. Ahora... ¿podemos dejar la charla para luego? Tengo unas ganas increíbles de abrazarte, ya sabes.

Dicho esto, Marco me empujó suavemente hasta la cama y quedé tendido debajo de su cuerpo. Él siguió con la tarea que había empezado hacía un momento y paseó sus labios y su lengua por mi cuello. Con la cabeza hacia un lado, cerré los ojos y solté un pequeño jadeo que chocó contra mis labios cerrados. Poco a poco, comencé a dejarme llevar por lo que estaba sintiendo al notar la mano de Marco vagando por mi cuerpo. Esa misma mano se detuvo durante un instante en mi cadera, sobre los vaqueros que llevaba, mientras su boca llegaba hasta la mía y ambas se fundían en un beso húmedo y muy, muy caliente. Tras esos pequeños segundos de vacilación, la mano de Marco se movió hacia mi espalda y se introdujo dentro de mis pantalones para agarrar mi trasero suavemente pero con firmeza.

Fue en ese punto en el que el nerviosismo y la ansiedad que estaba sintiendo antes volvieron a mí como una bofetada. Separé mis labios de los de Marco y le empujé ligeramente por los hombros, para alejarle un poco de mí. Él abrió los ojos y detuvo todo movimiento que estaba haciendo.

-         Esp... espera, Marco – dije con la respiración entrecortada.

-         ¿Qué pasa? – preguntó él preocupado.

-         Nada... – me aventuré a decir – Es solo...

Marco me miró en silencio, esperando a que terminara de hablar. Me mordí el labio antes de responder.

-         Tú ya has hecho esto antes, pero yo... no. Es mi primera vez.

-         Lo sé – dijo él – Iremos a tu ritmo y si no quieres hacer algo... solo tienes que decirlo – añadió acariciando mi mejilla.

-         Estoy nervioso. Mucho – solté de sopetón.

Él no dijo nada durante unos segundos que se me hicieron eternos. Finalmente, una pequeña sonrisa asomó a sus labios.

-         Por fin lo dices – dijo arrodillándose en la cama, frente a mí.

Le miré confundido.

-         ¿Sabes? Nunca dices lo que piensas o sientes, por eso tratar contigo es un poco difícil.

La niebla que ocupaba mi mente comenzó a disiparse y, como una revelación, entendí lo que él había tratado de hacer.

-         Espera...  – dije incorporándome - Toda esa prisa e impaciencia por hacerlo... ¿era solo una forma de forzarme a decir que, realmente, estaba nervioso?

Marco sonrió más ampliamente.

-         No del todo, ya que de verdad estoy impaciente por tocarte, que me toques y hacer todas esas cosas sucias que pretendo hacerte, pero sí es cierto que quería que confesaras que estabas nervioso. No tenías por qué esconderlo, me hubiera sentido un poco decepcionado si no sintieras nervios en esta situación. Es algo que no tiene nada que ver con la cantidad de personas con las que lo hayas hecho o las veces... Es más bien el hecho de hacerlo con esa persona especial y única. La persona a la que se ama.

Me quedé mirándole totalmente boquiabierto. No me esperaba esas palabras para nada. Marco siempre terminaba haciendo o diciendo algo que me sorprendía de una manera u otra. Él sí que era especial y único y, por enésima vez, me pregunté cómo demonios un chico como él se había fijado en alguien como yo. No tenía ni pies ni cabeza.

-         Conozco la manera perfecta de hacer que tus nervios desaparezcan – dijo él con una sonrisa pícara, tumbándose a mi lado y extendiendo los brazos – Lo haremos todo a tu manera. Tal y como tú desees, así que... Soy todo tuyo, Mario, para que hagas conmigo lo que quieras en este momento.

Tardé un poco en reaccionar a esas palabras, pero, al final, me coloqué a horcajadas sobre las caderas de Marco y le quité la camiseta al tiempo que me inclinaba para besarle. Él me había dado la oportunidad de tomar las riendas, de dejar la actitud pasiva que se dejaba llevar por la corriente y que era tan característica de mí. Y era una oportunidad que no pensaba dejar escapar.