Capítulo 22

Miré a Alexa con el ceño fruncido. Estaba jugando a un Otome Game en mi ordenador, en mi casa, mientras yo me paseaba del cuarto de baño a la habitación y viceversa, preparándome para la llegada de Mario. Estaba un poco nervioso, ya que sería la primera noche que pasaríamos juntos y quería que todo saliera perfecto. Mi madre seguía de vacaciones con sus amigas, por lo que mi casa seguía vacía. La situación y el ambiente ideal para... Bueno, para dar un paso más en nuestra relación.

-         ¿Por qué no dejas de jugar a esas tonterías y sales a la calle a buscarte un novio de verdad? – le pregunté a Alexa mirando la pantalla del ordenador, donde un bishie, un chico guapo y esbelto, miraba hacia delante con una gran sonrisa y las mejillas sonrojadas, diciendo cosas en japonés.

-         ¿Estás loco? Estoy harta de los gilipollas que siempre encuentro por ahí... ¿Qué pasa? Como tú ahora tienes novio, quieres que los demás estemos igual, ¿no? ¡Pues me niego! Kanata es todo lo que necesito – respondió ella mirando la pantalla con adoración – Es guapo, alegre, un poco canalla y me quiere.

-         Sabes que es un juego, ¿verdad? -  le dije abrochándome los vaqueros.

-         Claro que lo sé, pero soy más feliz así.

Dejé escapar un suspiro mientras me ponía una camiseta negra, para luego ponerme los anillos de plata y las pulseras de cuero. Últimamente Alexa estaba muy rara. No era la misma de siempre; apenas salía de casa y, si lo hacía, se mantenía callada y como si estuviera ausente. Según me había contado, se había llevado un chasco con el último tío por el que se había colado, pero no sabía los detalles. Me acerqué a ella y me arrodillé entre sus piernas, apoyando los brazos sobre sus muslos.

-         Ey, ¿seguro que estás bien?

Alexa dejó de jugar para mirarme.

-         Sí, estoy bien, deja de preocuparte por mí – dijo ella revolviéndome el pelo con una mano.

-         No puedo no preocuparme por ti, ya lo sabes. Si algo te pasa, quiero que me lo cuentes.

Ella suspiró y desvió la mirada.

-         Ya sabes lo de Dani, ¿no? – dijo sin mirarme.

-         Sí, el chico que te gustaba.

-         Sí... – Alexa se llevo una mano a la frente y se apartó el flequillo de los ojos – Le dije de quedar hace una semana y me dijo que no podía, así que hice planes con Andrea. Cuando volví a casa un par de horas después... me lo encontré en casa, con Lara, y no estaban jugando al parchís, precisamente...

-         ¿Qué? – pregunté sorprendido.

-         Y no puedo enfadarme con él, claro, no teníamos nada... solo habíamos quedado un par de veces, pero... mi propia hermana se ha encargado de arruinar mi posible relación y de la peor manera posible. No supe ni qué cara poner cuando los vi, pero... eso no es lo que me está molestando, ya conozco a mi hermana y sé de lo que es capaz – dijo ella encogiéndose de hombros – Lo cierto es que te echo de menos, Marco. Ya casi no quedamos, no tienes tiempo para pasarlo conm...

El sonido del telefonillo interrumpió a Alexa. Sabiendo que era Mario, me incorporé y corrí a contestar, dejando a mi mejor amiga con las palabras en la boca. Ya se lo compensaría otro día. Ahora estaba ansioso por ver a Mario y aprovechar la noche. Cuando le vi subir las escaleras, me acerqué a él y le planté un beso en los labios, que él respondió de buena gana.

-         Hola – dije cuando me separé.

-         ¡Hola! – él sonrió.

-         ¿Has llegado bien? ¿Te ha pasado algo? ¿Alguien te ha atacado?

Mario soltó una carcajada.

-         No soy una chica, ¿sabes? Sé defenderme solito.

-         Claro, claro...

Llevé a Mario de la mano hasta mi salón. Él miraba con curiosidad alrededor, igual que hice yo cuando subí a su casa por primera vez.

-         Alexa está aquí, espero que no te importe – le dije.

Justo en ese momento, ella salió de mi habitación y se encontró con nosotros.

-         ¡Hola! Sé que ya me presenté antes, pero... ¡Soy Alexa! ¡La amiga y vecina de Marco! – dijo alegremente. Demasiado alegremente, teniendo en cuenta su estado de ánimo hacía solo unos minutos.

-         La del plan que falló, ¿no? – preguntó Mario con un sonrisa – Yo soy Mario.

-         Sí, lo sé. Lo sé todo sobre ti. Marco siempre... está hablando de ti cuando no está contigo– la voz de Alexa se quebró un poco en esta última frase.

-         ¿Eh? – Mario no sabía a dónde mirar, ya que los ojos de ella se habían llenado repentinamente de lágrimas.

-         ¿Alexa? ¿Estás bien?

Me acerqué a ella, pero extendió la mano para que no pudiera alcanzarla.

-         Estoy bien, no es nada. Tengo que irme. Encantada, Mario. ¡Hasta luego! – ella se giró con rapidez y caminó hasta la puerta.

-         ¡Espera! – fui tras ella - ¿Qué te pasa?

-         ¡No me pasa nada! ¡No te preocupes! ¡Que paséis una buena noche! – respondió ella casi gritando. Luego salió de allí y cerró la puerta con un pequeño portazo.

Me quedé mirando la puerta con el ceño fruncido. ¿Qué acababa de pasar?

-         ¿Qué mosca le ha picado ahora? – dije en voz alta – Nunca entenderé a las mujeres... Es por eso que me gustan los hombres, son mucho más simples – dije con un suspiro.

Mario me miró preocupado. Seguro que estaba dándole vueltas a la idea de que él tenía la culpa de todo aquello.

-         No pongas esa cara, no es culpa tuya, ¿sabes?

-         Dices eso, pero... – se rascó la nuca con nerviosismo.

-         Lo está pasando mal por una movida que ha tenido con el chico que le gustaba y todo eso.

-         Entonces, ¿no deberías estar con ella?

-         Pero... esta noche es para nosotros y Alexa lo entiende. Deja de preocuparte.

Agarré la mano de Mario y tiré de él hacia mi habitación. Nuestra primera noche juntos acababa de comenzar.