Capítulo 34

Noviembre había llegado trayendo consigo un frío casi invernal y cada vez menos tiempo para que nos viéramos. Los exámenes de Mario se estaban acercando, por lo que ahora pasábamos aún menos tiempo juntos que antes. No ver la cara de Mario tanto como me gustaría se me hacía bastante difícil, por no hablar de... que estaba más caliente que el palo de un churrero.

Suspiré mientras salía de la ducha pensando en eso. ¿Cuándo fue la última vez que lo hicimos? ¿Hace tres semanas? Demasiado, en mi opinión. El problema es que no podía exigirle nada, Mario tenía que centrarse en sus estudios. Incluso sabiendo eso.... una parte de mí  se sentía confundida y dolida porque Mario no parecía necesitarme con la misma urgencia con la que le necesitaba yo a él. Nunca me llamaba diciéndome que  me echaba de menos y que quería verme; eran cosas que siempre salían de mí. Sí, vale, él no es el tipo de chico que tiene semejantes detalles, pero no le mataría hacerlo una sola vez.

Salí del cuarto de baño cuando terminé de vestirme y me encontré a Alexa en mi habitación, pegada a mi ordenador.

-         Oh, estás aquí. No te preocupes, ¿eh? Tú como si estuvieras en tu casa – le dije sentándome en la cama.

Ella me miró con una enorme sonrisa.

-         Judith me dejó entrar mientras te duchabas – dijo a modo de explicación.

-         ¿Dónde está mi madre, por cierto? No la oigo trajinando por ningún lado.

-         Me ha dicho que se iba a merendar con sus amigas.

-         ¿Qué tiene? ¿15 años? – dije dejando escapar un resoplido.

-         Déjala, tiene derecho a disfrutar de unas buenas tortitas con nata y chocolate – dijo Alexa poniéndose de pie y acercándose a mí – Si  no te secas bien el pelo te vas a resfriar.

Cogiendo la toalla que estaba alrededor de mi cuello, se plantó frente a mí para frotarme el pelo con ella.

-         Esto parece una escena de uno de esos mangas ñoños que lees – dije con el ceño fruncido.

-         Sí, con la diferencia de que a ti te gustan los penes – me respondió, tirándome la toalla a la cara cuando se quedó satisfecha – Por cierto, Pedro te ha estado llamando todo el rato.

Dejé escapar una maldición entre dientes mientras me ponía de pie y cogía mi móvil del escritorio. Cinco llamadas perdidas. ¿Cuántas veces planeaba llamarme? ¿No se cansaba de que no le respondiera? Llevaba así semanas.

-         Creo que deberías hablar con él y ver lo que quiere – dijo Alexa sentándose en la silla de nuevo.

-         ¿Lo que quiere? La misma mierda de siempre, ya le conoces – tiré el móvil de malas maneras sobre la cama.

No sabía qué me molestaba más: que ese payaso no dejara de llamarme o no tener ni una sola llamada o mensaje de Mario.

-         Bueno... ya sabes que no quiero meterme en ese tema – dijo ella sabiendo que Pedro era un terreno que no me gustaba pisar - ¿Qué tal está Mario? Hace mucho que no le veo por aquí... ni en ninguna parte.

Me dejé caer en la cama de forma despreocupada y miré el techo con el ceño fruncido.

-         Bien, supongo, estudiando.

-         ¿Supones?

-         Sí, no he sabido nada de él en todo el domingo – respondí, intentando ocultar el malhumor de mi voz.

Ella suspiró, se puse de pie y me golpeó en el muslo.

-         ¿Pero qué haces? ¿Te has vuelto gilipollas o qué? Todo el día pegándome... – le dije incorporándome.

-         ¿Por qué demonios no le llamas o algo? ¡Es tu novio!

-         ¿Y por qué no llama él?

Ante eso, Alexa soltó una carcajada y hasta se dobló por la mitad debido a la risa.

-         Pareces una mujer, joder. Sabes que Mario no se preocupa por esas cosas, está en su jodido mundo de Yupi químico y pasa de todo. No seas imbécil y llámale.

Me tendió el móvil que cogí de mala gana. Enseñándole mi dedo corazón, marqué el número de Mario y esperé.

-         ¿Sí? – respondió él tras un par de tonos.

-         ¡Oh! Sigues vivo, Mario – dije y me llevé una colleja de parte de parte de Alexa, a la que fulminé con la mirada - ¿Cómo te va con esos estudios, campeón?

-         Oh, bien... Siento mucho no haber dado señales de vida, pero este trabajo me está consumiendo – la voz de Mario sonaba cansada. Debía estar esforzándose mucho en lo que sea que estuviera haciendo.

Haciéndome un gesto con la mano, Alexa me avisó de que se iba, así que me despedí con un movimiento de cabeza. ¿A qué demonios había venido a mi casa? ¿A molestar?

-         ¡Mario! Necesito que busques una cosa...

Fruncí el ceño. Esa no era la voz de ninguno de los padres o hermanos de Mario. ¿Quién narices era?

-         ¿No estás solo? – le pregunté.

-         Ah, no... no. Estoy haciendo el trabajo con Javi, ya sabes. Es un trabajo por parejas que nos han mandado y que tenemos que entregar este viernes, así que nos estamos poniendo las pilas. Siento no haberte llamado, en serio, Marco.

¿Javi? ¿Se refería a aquel rubiales que vino a la tienda? ¿No se había acordado de mí porque estaba con ese mindundi?

Suspiré y me froté los ojos. ¿Por qué me molestaba tanto? Solo era un compañero de clase con el que tenía que hacer un trabajo. Era lo más normal del mundo, ¿no? Imagino que toda la experiencia con Carlos me tenía en guardia con cualquier tío que estuviera cerca de Mario.

-         Marco, te llamo esta noche, ¿va? Que ahora estoy ocupado y necesito terminar esto. Te quiero.

-         Vale.... yo también te quiero.

Tiré el móvil en la cama después de colgar y volví a dejarme caer sobre el colchón con los ojos cerrados.

¿Cuándo tendría un ratito para mí? Maldición, quería verle. Necesitaba verle.