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¿Estás comiendo bien, Mario?
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Sí, papá – respondí con un suspiro.
-
¿Seguro?
-
Que sí... Ya no soy un niño, ¿sabes? Creo que puedo sobrevivir
por mí mismo durante un par de meses.
-
Vale, lo siento por preocuparme...
Casi podía imaginarme a mi padre poniendo morritos de niño
enfadado. Suspiré de nuevo. Pese a sus cuarenta y cinco años, a veces seguía
siendo tan infantil como un crío. Suponía que mi padre era divertido o eso me
decían siempre y, ciertamente, cuando estaba en casa no parecía ni remotamente
un hombre adulto. Bueno, en mi casa nadie lo parecía, ya que mi madrastra era
igual, o incluso peor, que él. Tenía la sensación de que la gente siempre se ha
preguntado si soy adoptado, ya que no encajo en mi familia ni queriendo. Ellos,
tan despreocupados, siempre riendo y de buen humor, siempre ruidosos y yo, tan
callado, metido en mi propio mundo y comiéndome la cabeza con tonterías. Ni yo
mismo era capaz de explicarme cómo había salido así, creciendo en el ambiente
en el que había crecido, parecido al de un circo.
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En serio, lo siento, Mario, pero me cuesta hacerme a la idea
de que has crecido. Todavía recuerdo cuando te meabas en las paredes de casa...
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¡Papá!
-
Vale, vale, ya me callo. Bueno, ¿qué tal todo? ¿Ha pasado algo
interesante en nuestra ausencia?
¿Algo interesante? Habían pasado muchas cosas desde que se
habían ido, pero no me veía con ganas de contárselo. Hacía una semana que no
tenía noticias ni de Marco ni de Carlos. Vale que el arrebato me había dado a
mí, pero podrían haberse molestado un poquito en disculparse o, al menos, en
saber cómo estaba, ¿no? Chasqueé la lengua al recordarlo. La verdad es que
había sido una semana aburrida, todo el día solo en casa viendo series y
películas. No es que el plan fuera malo, pero faltaba compañía y, curiosamente,
me apetecía más la compañía de Marco que la de Carlos... ¿por qué?
-
¿Mario? – el tono de mi padre había pasado de ser alegre a
sonar preocupado - ¿Estás bien? ¿Ha pasado algo malo?
-
No... no ha pasado nada malo. De verdad.
-
¿Y algo “no malo”? ¿Has estado estos días con Carlos?
-
No, la verdad es que... hemos discutido y no he sabido nada de
él desde hace unos días.
-
Así no se puede, ¿eh, Mario? Así no...
Fruncí el ceño, mirando la tele sin sonido.
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¿No se puede el qué?
-
Si discutís... no serás capaz de llevarte al huerto a Carlos.
Se supone que tienes que enseñarle tu mejor lado, si le enseñas lo rancio que
puedes llegar a ser... no se liará contigo.
Me froté los ojos con el dorso de la mano. A veces deseaba
que mi padre no fuera tan mortalmente abierto con estos temas. ¿No podía ser un
padre normal que no comentaba la vida sexual o, mejor dicho, la vida no sexual
de su hijo?
-
Pero... ¿y si resulta que no quiero nada realmente con Carlos?
– solté casi sin pensar.
Lo único que obtuve del otro lado de la línea fue un
silencio absoluto, hasta que fue interrumpido por un:
-
¿Estás enfermo? ¿Tenemos que volver a casa ya? ¿Es algún tipo
de enfermedad terminal o tiene cura?
-
Vaya, gracias, papá. Yo también te quiero – respondí en tono
sarcástico.
-
Es solo que me ha sorprendido... te ha gustado ese chico desde
que estabas en primaria y ahora, de repente, ¿no quieres nada con él? ¿Qué ha
pasado? – se quedó un rato en silencio de nuevo – Espera, espera, espera... ¿me
estás diciendo que ha aparecido otro chico en acción?
-
No te estoy diciendo nada – dije poniéndome nervioso. Solo
quería que dejara de interrogarme.
-
Pues me ha sonado a eso... ¿Quién es?
-
¡Se llama Marco! – la voz de Gema me llegó un poco
amortiguada, pero no lo suficiente como para no escucharla.
-
¡Gema! – exclamé - ¡Calla!
-
Oooooh... esto es interesante. Tendremos que hablar luego,
Gema.
Ella soltó una risita.
-
¡Claro! Te contaré todo lo que sé, papi.
-
Esa es mi chica – dijo él.
-
¿Quién es tu chica? – dijo mi madrastra, entonces.
-
Oh, lo siento, cariño... pero Gema es mi chica. Tú eres más
como... ¿mi mujer?
Los dos soltaron una carcajada, mientras yo seguía al otro
lado del teléfono escuchándoles hacer el tonto. En ese momento, mi móvil
comenzó a sonar. Por la melodía, sabía que se trataba de un mensaje. Lo saqué
del bolsillo, sin soltar el teléfono de casa. Leí el mensaje y me quedé mirando
el móvil durante un instante.
-
Papá, tengo que colgar, ¿vale?
-
¿Eeeeh? ¡Pero todavía no me has contado quién es ese Marco!
-
¿Qué más da? Ya te lo va a contar Gema... ¡Pasadlo bien!
¡Adiós! – colgué antes de que pudiera replicar.
Volví a mirar el móvil. El mensaje era de Marco.
“Siento mucho lo del otro día. ¿Te importaría quedar en el
parque de siempre en una hora? Necesito hablar contigo y disculparme, por
favor.”
Mario se meaba en las paredes de casa... mmh. Es genial! xDDDD
ResponderEliminarOhh!! Qué mono Marco!!! ^^ No como el subnormal de Carlos, que es un cani retrasado que solo saber joder con su mera existencia...
Sí... los niños normalmente pintan las paredes... Mario las meaba xDDDDDDDDDDDDD Tan monoso jajaja
ResponderEliminarSíiiiiiiii, pero aún así, ha tardado una semana en mandarle un puto sms, tía xDDDDDDDDDDDDD Pero sigue siendo monosísisisimo *.*
1. Me encanta su padre! jajaja
ResponderEliminar2. me encanta Marco... xDDD Que monoso es... *.*
1. Jajajaja, a mí también xD
ResponderEliminar2. Sí *.* Es tan cuki ^^
Padre cotilla >.<
ResponderEliminar*.* Oh! Marco es un cielo >.<
Jajajaja, su padre es la caña... a mí me encanta jajajaja
ResponderEliminar¡Síiiii! *.*
recien lo lei y ya kero otro cap es q kero saber q va a pasar cn marco y mario *¬* y su papa es genial d verdad yo kero uno asi :p = espero impaciente le sgte cap ^W^
ResponderEliminarPD: tu historia m encanta m gustaria escribir cmo tu kyaaaa d verdad m avergonze a mi misma
Llevo un retraso!! Creo que tendré que empezar de nuevo *-*
ResponderEliminarbesitos<3
¡Muchas gracias a las dos! ^^
ResponderEliminar¡Un besito!