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domingo, 25 de septiembre de 2011

Capítulo 07

Después de eso, Marco y Lara se marcharon, dejándome solo en el banco, reflexionando sobre todo lo que estaba pasando.

Marco decía que yo le gustaba, pero yo estaba enamorado de Carlos, aunque últimamente... parece que lo repetía muchas veces, como intentando convencer a la gente... o a mí mismo.

Suspiré y eché la cabeza hacia atrás.
...

Una vez en mi casa y sin tener nada claro, llamé a mis padres para ver qué tal estaban y cometí el error garrafal de contárselo todo a Gema. Se emocionó, estúpidamente, más que un niño el día de navidad cuando encuentra sus regalos y, prácticamente me obligó a llamarle.

Me tiré en el sofá y miré detenidamente el papel que Marco me había dado. Sabía que no me iba a atrever a llamarle, así que lo más fácil era agregarle a tuenti y dejarle un privado. Pero antes de hacerlo, quería hablar con Carlos, escuchar su voz diciendo tonterías... Saqué el móvil del bolsillo y marqué, me sabía su número de memoria, por lo que no hacía falta buscarlo.

Un tono... dos tonos... tres... y así hasta que me di por vencido y colgué. Debía estar haciendo algo con su ex, rollo o lo que fuera.

Sintiéndome como una mierda, cansado de todo y tomando una decisión, me levanté, cogí el portátil y lo encendí. Lo primero que hice cuando cargó fue abrir tuenti y agregar a Marco con un “Veámonos ahora en el parque detrás de la vía”. Mientras esperaba que me aceptara, fui a lavarme los dientes. Cuando volví al ordenador, Marco me había aceptado y dejado un comentario.

“Ok, Estaré allí en media hora. Me alegra que me hayas dicho de quedar :D”.

Sonreí tontamente y antes de darme cuenta le estaba respondiendo.

“No ha sido nada. Nos vemos luego, voy a cambiarme.”

Comenté un par de fotos de unos colegas de la uni y al volver al inicio tenía otro comentario de Marco.

“¡No te cambies! Me gusta cómo te queda la camiseta de Bob Esponja... Te da un aire juvenil :P”

Me rasqué la cabeza con una sonrisa y miré mi camiseta amarilla con la cara de Bob. ¿Juvenil? Menuda estupidez... no pude evitar soltar una carcajada. Qué manera tan tonta y descarada de hacer la pelota.

Me despedí de él, apagué el ordenador, recogí las llaves de casa y salí, así podría caminar tranquilamente hacia el parque. No quise darle vueltas a la idea de por qué estaba tan emocionado con esto. Solo éramos dos conocidos quedando para hablar. Nada más. Pero entonces... ¿por qué me sentía tan nervioso? Tenía que ser por la novedad de todo esto. ¡Era genial salir de la rutina!

De repente, la marcha imperial de Darth Vader comenzó a sonarme en el bolsillo. Solo podía ser Carlos, era el único para el que tenía esa melodía. Debía haber terminado sus... “asuntos” con la chica por el momento.

-         ¿Sí? – respondí.

-         ¡Ey, Mariete! Siento lo de antes... nos pillaste en un momento... crítico.

Suspiré. Había dado en el clavo de lleno.

-         ¿Querías algo? – continuó la voz de Carlos en mi oído.

-         Simplemente, quería saber qué tal te va por Andorra.

-         ¡Geeeeeeenial! ¡Esto es la hostia, tío! ¡Y todo es tan barato! Te llevaré un par de paquetes de tabaco, ¿vale?

-         Esto... Carlos... yo no fumo, ¿recuerdas?

-         ¡Da igual! ¡Pues empiezas! ¡O me los das a mí!

Entonces, ¿qué sentido tiene que me “lo traigas”? A veces, dudaba de su salud mental, decía cosas que no tenían ningún sentido en absoluto. Lo peor es que lo decía y se quedaba tan a gusto.

-         ¿Qué estás haciendo tú? ¿Me estás echando de menos? – preguntó él.

Me quedé unos segundos en silencio. La verdad es que no le estaba echando de menos tanto como otras veces, pero no quise seguir esa línea de pensamiento.

-         Claro, como siempre, ya sabes. No tengo a nadie para salir si no estás, aunque... – me callé a mitad de la frase. ¿Debía decirle que había quedado con Marco? Definitivamente, Carlos no se había llevado una buena impresión suya.

-         ¿Aunque...? – me instigó él.

-         Bueno, la verdad es que ahora estoy yendo al parque de siempre.

-         ¿Solo? Qué triste... – Carlos soltó una risilla.

-         No, solo no... La verdad es que he quedado con Marco.

-         ¿Quién es ese? – la voz de Carlos perdió todo el tinte de diversión.

-         Ya sabes... el tío aquel del parque.

-         ¿Quién? – ahora parecía confundido.

-         Joder, Carlos, el del pelo azul.

-         ¿Y cómo coño has quedado con él? – ahí estaba, otra vez ese tono que no sonaba nada divertido.

-         Me lo encontré esta tarde en el centro comercial y me dio su número y... tal, así que hemos quedado ahora.

-         No deberías acercarte a él. No tienes ni idea de las intenciones que tiene. ¿Y si te hace algo?

-         No soy una puta chica, Carlos, así que deja por una vez de tratarme como a una, ¿quieres? Creo que sé cuidarme solito – respondí enfadado. Era la primera vez que reaccionaba de esa manera a algo que me había dicho Carlos. Era... raro, pero sentía que estaba bien. No podía seguir permitiendo que me tratara de esa manera.

-         Está bien. Haz lo que te salga de los cojones, Mario – y colgó.

Me quedé mirando el teléfono con el ceño fruncido. ¿Qué mosca le había picado? ¿Y por qué se enfadaba él, cuando era el que estaba en Andorra con una tía con la que ya no tenía nada? Encogiéndome de hombros, guardé el móvil y seguí caminando hacia el parque.

Caminando hacia Marco.